martes, 23 de noviembre de 2010

 Es la primera vez en el mes que me acuerdo de que es noviembre, bueno, no, es OTRO Noviembre, solo por volver a releer tu carta.
Y
pensar que nada ha cambiado..

sábado, 13 de noviembre de 2010

Lamento Lunar.

Paris, Francia. Año 1800.

Se preguntaba si siempre había existido ese rumor popular de bestias nocturnas en Francia o todo había comenzado con la aparición y torpeza del centenar de aquelarres vampíricos que habían aparecido esos últimos años.

 Pareciese que se reproducieran como ratas de alcantarilla.

 Y para peor, habían hecho que el clan se separara, pocos de ellos quedaban en Francia, muchos habían emigrado como sus antepasados nómades hacia Suecia en busca de paz y tranquilidad, y no podía decir que ellos no lo hubieran intentado.  Suecia desde siempre había estado destinada a ser la tierra de la manada, su legión del mal, como bien se solían hacer llamar. Sus abuelos y los hermanos de éstos habían comenzado con lo que ellos serían, la primera generación en querer luchar por aquel lugar donde vivir, la primera que había querido cumplir su venganza por la muerte y la huida de sus familiares.

 Muy pocas veces tenía tiempo para pensar en todo eso, pero cuando lo hacía un sentimiento de vacío impenetrable le crujía dentro. Tener todas sus cosas en su debido lugar tenía su costo, arreglar negocios con la gente de las tiendas del pueblo, acomodar el desastre que sus hermanos hacían en la guarida, vivir, comer bien. Al final del día, el hermoso licántropo podía descansar y pasar un rato a solas, meditar, dormir en la orilla de la laguna como le gustaba, pero no esa noche. Esa noche la luna saldría y se lo tragaría, no quedaría nada de su conciencia y la bestia saldría de paseo. No quedaba más que esperar la medianoche.

El joven de aspecto frágil y desgarbado, de cabello rubio y desordenado y piel blanca como la luna esa noche había visitado como siempre el lago a las afueras del pueblo. Esperaba. No lo hacía del modo convencional ni se lamentaba por su suerte, al contrario, se preparaba. Estaba listo. Sus mejores ropas estaban prolijamente dobladas en un bolso que había dejado bajo la sombra de un gran roble de tronco alto mientras él se daba un baño en las frías aguas de la laguna, cualquiera que pasara por allí unos momentos luego podía llevarse una gran sorpresa, y de yapa, una muerte asegurada.

  No había presentido que sus hermanos llegarían sin avisar, habría querido hacerlo solo, sin peleas ni miramientos, sin la culpa en sus ojos la mañana siguiente. La primera en asomar su rubia melena pelirroja había sido Gail, su hermana pequeña. Lhevin se había encargado de que la frase  Quédate en la guarida, será mejor que te transformes allí, quedase bien grabada en su mente. La pelirroja había resoplado y quejado, pero su mellizo no había dado el brazo a torcer. Llegó a la orilla con los pies descalzos y sosteniendo su vestido blanco en sus manos para no estropearlo ni embarrarlo, no podía dejar pasar esa aventura mientras ellos correteaban sin conciencia por donde quisieran. Las transformaciones siempre eran mejores al aire libre, siempre lo eran. Un motivo simple y sencillo era que no hacía desastre en la guarida. Pero sabía que había motivos de sobra para que ella se quedara dentro y no saliera de allí. Sus hermanos siempre se lo recordaban y la más pequeña de la manada no podría nunca dejar aquello de perder su picardía y la travesura la guiaba.

Ya había sentido a su hermano cerca de allí y no quería ser vista, algo le decía que se llevaría más de una regañina.

 El segundo en llegar al lugar fue Lhevin, el mellizo de Gail, apenas más bajo que el rubio, de ojos grises y mirar temerario y misterioso. Como una ráfaga de viento él llegó hacia su hermana pero no lo suficiente cerca para ser descubierto. Vigilándole los pasos con los ojos cerrados, solo guiado por el olor tan conocido para él, y ella no estaba sola, sabía que Aramis andaba por allí.


Continuará.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Encuentros furtivos, por Fred Weasley.

 En clase de Herbología habíamos quedado en vernos en el bosque a medianoche, yo estaba allí ya pero ella no llegaba y me aburría.

 Llevaba un jean de esos que habíamos comprado con George en esas tiendas de marcas muggle con el primer dinero que habíamos juntado haciendo magia de la barata en plena plaza londinense, ¡Los muggles son fantásticos! ¡Se contentan con cada cosa!

 Volviendo a donde estábamos yo me aburría, el bosque estaba demasiado silencioso esa noche, los pajaritos cantaban y blablabla..  De repente se sintió un ruido de pasos y lo primero que pensé es que ella había llegado, Cauteloso, me escondí tras un árbol para sorprenderla. Más pasos, que quedé más quieto, duro como estatua.

 Aquellos encuentros furtivos a la luz de la luna que teníamos hacía un mes cada viernes eran geniales, ella me gustaba pero no podían vernos, mi reputación de bromista liberal estaba en juego, aunque no estábamos haciendo nada malo y no había compromiso en ello. ¿O si? Bueno, no vamos a pasar a ese tema, demasiado filosófico si se ponen a pensar.

 
Escuché mi nombre de sus labios a lo lejos, en alguna dirección que no pude llegar a descubrir. Salí de mi escondite y al sentirla cerca la abrace e intenté darle vueltas en el aire, a ella le gustaba eso, le recordaba cuando de niña paseaba en carrusel, no pude ni siquiera soportar su peso. Ella me lo había dicho, iría por el otro camino, yo se lo había enseñado. Los labios escondidos en una sucia barba me sonrieron por no carcajearse allí mismo, me aparto con mi mejor cara de póker.

 - ¿Como te encuentras Hagrid? - le pregunté como quien no quiere la cosa, miraba a ambos lados del linde del bosque, buscando el mejor camino para salir de allí lo más rápido que me dieran los pies. Debería haber llevado esas zapatillas con alas de Buckbeack por las dudas.

 Ese tono grave y bonachón me contestó mirandome con curiosidad.

 - Estoy bien George, a que se debe tanto cariño? No te salvaras del castigo.. - castigo había dicho? Já, cuando no me había salvado de uno de sus castigos había sido porque era agradable y prefería estar vigilando el tercer piso que en clases.

 Pero un click pareció sonar en mi mente y una sonrisa apareció en mi rostro, la sonrisa del sátiro, me había confundido con mi hermano y era una gran oportunidad que no se podía dejar pasar para la Gran Broma del Siglo.

 De un momento a otro pareciera que mis orejas al igual que mis mejillas fueran una extensión de mi cabello, rojo fuego. - No puedo decírtelo, me da vergüenza.. - contesté actuando con las manos enlazadas en mi espalda y mirando mis zapatos. ¿Estaba avergonzado?

 Hagrid me miraba esperando desembuchase.

  Lo miré pestañeando entupidamente cuando lo hice y suspiré resignado. ¿Resignado? - Está bien, te lo diré.. - murmuré acercándome los pasos que había retrocedido por la sorpresa. - Yo, George Weasley estoy locamente enamorado de ti Hagrid, y no me importa que seas mi profesor, no dejo de pensar en ti noche y día, cuando me meto en problemas y cuando no, te amo.. - solté sin dejarle tiempo en reaccionar que ya estaba besándolo como poseso. ¡Por Merlín, luego debería hacerme un lavaje de estómago!

 - Fred? - la voz otra vez en mis oídos, esta vez era ella, parada detrás de mío. ¡Oh mierda!


viernes, 1 de octubre de 2010

Somos lo que somos.

Somos lo que somos porque elegimos ser aquello que somos, tamaña frase de seguro mi cabeza no inventó, pero se reusa a recordar de donde la ha sacado. El mundo es tan pequeño que debemos ser los microbios de los dioses, esas bacterias capaces de destruir todo lo que toca, como un virus propagado, dejando marcas imborrables en sus frentes.

 Somos lo que somos, hacemos algo, lo utilizamos un rato, hasta que pierde su valor y nuestro interés y va a parar a la cajita del olvido, esa que está por explotar, pero no nos enteramos, estamos ocupados con un nuevo proyecto. Esto solo sirve para llenarse un momento.

Somos lo que somos, porque son nuestras desiciones lo que nos marcan, y si elijo usar un pantalón de colores fosforescentes y levantar la cabeza al caminar lo voy a hacer. Punto.

 Elijo mi destino, escucho a los demás hablar de él, pero eso no significa que valla a hacer lo que todos digan, porque si no.. No sería quien soy.

martes, 21 de septiembre de 2010

Introducción.





¿Quien soy? - El comienzo de muchas historias-

Circunvalaciones, curvas, infinitas curvas. ¿A donde voy? Ni siquiera lo sé. Solo sé que llevo siglos viajando. Veo pasar años en esa carretera, difuminados, años de felicidad.. se fueron.        


Me han preguntado quien soy, una simple pregunta para una complejísima respuesta. Varias veces me lo han preguntado. ¿Quien eres? Y con la voz pausada y como en un susurro contesté: Soy la invención de una mente acomplejada. Un personaje escondido entre las tantas líneas de un inconciente. ALgo que lleva guardado tanto tiempo que es imposible describir, años.. NO. Puedo ser lo que tu quieras que seas, el que te identifique, el que quiere demostrarte que es algo más que un par de descripciones en una hoja de papel olvidada.   
 









Seré un ángel si me elijes, un vampiro arrancalmas si ves un poco más profundo. Un ánima solitaria intentando volver a la vida. Un mago fantástico o una bailarina de balet. Un estudiante de música, un fanático del sexo tántrico, quien te dice, tengo demasiados nombres, espero que lo que siga pueda explicartelo mejor, ahora debo decirte hasta pronto, cuida tus espaldas. Estoy viajando hacia ti, pero no intentes escapar, te será imposible.